Vivir con dudas, es un tormento. No saber qué decisión tomar ante una situación que lo requiere, nos puede llevar a grandes bloqueos y sus consecuencias. No decidimos porque hay un miedo, consciente, de equivocarnos, de elegir la opción que menos nos favorece. Una vez más, nos topamos con el Sr. Miedo.
El miedo habla de lo desconocido, de una posibilidad, y si afrontáramos esa posibilidad como algo que podría sucedernos, el miedo desaparecería (te invito a leer el libro Abundancia de pensamiento, palabra y obra, en el que está este concepto desarrollado y preparado para que lo puedas trabajar).
El miedo a la pérdida, al cambio, a lo desconocido, a lo que podemos provocar con una decisión, es demasiada responsabilidad. De eso hablamos: de responsabilidad.
Tu vida es tuya y tienes el derecho a tomar decisiones, sin etiquetarlas si van a ser las adecuadas o mejores. Simplemente son decisiones proporcionadas a tu nivel de conciencia.
Cuando hay que tomar una decisión, mover la ficha del ajedrez, es porque hemos llegado al límite en alguna situación, porque algo se está muriendo (simbólicamente) o ya se ha muerto y sentimos que no encajamos donde estamos.
En nuestro interior, hay una llamada al cambio y eso es bueno porque evolucionamos lo queramos o no. No es normal que pensemos igual que hace 10 años, o tengamos las mismas inclinaciones que hace un tiempo atrás. Lo natural, es el cambio, y hay que irse adaptando a ellos. Resistirse a ellos, es lo que nos provoca dolor y nos debilita a todos los niveles.
De hecho, sí sabes lo que quieres, pero al tener expectativas, aparece el miedo de que el resultado no sea lo esperado. Un error más: las expectativas o la ilusión de que sea de una manera en concreto.
Y todo esto, se cocina dentro de la cabeza 24h sin descanso, hasta que se toma la decisión.
Mientras no se decide, la botella de cava tiene el tapón atascado, y no podemos sacarlo. Tomar la decisión, hace que el tapón se deslice suavemente y salga ese exquisito cava que nos va a dar un aire de fiesta y celebración por la decisión tomada.
Pero decidir es de valientes.
Muchas veces, de hecho, muuuuuuuchiiiiiiiisimas veces, preferimos que sea el otro o la otra parte la que decida, aunque suponga para nosotros ser la parte víctima de esa decisión. Para nada queremos ser los «culpables» de una ruptura pues eso nos desprestigiaría del status que vamos a perder con toda seguridad.
Vamos a poner un ejemplo: supongamos que tienes un conflicto de pareja y sabes que más tarde o más temprano la relación va a romperse, pero no quieres dar el paso. De hecho, te convences de que es una situación pasajera, de que no es tan grave, de que estás bien, pero en el fondo, te sientes vacío, atrapado y aprisionado en una situación que está en bucle constante. Y te pregunto: si la pareja de tijera que quiere divorciarse, ¿qué le dirías? Ya sabes la respuesta. Que sí. Pero prefieres que sea el otro el que dé el paso y tu quedarte con el rol de abandonado…
Reflexionemos en lo honestos que somos con nosotros mismos y con nuestro entorno.
hola más que un comentario quería hacer una pregunta hace dos meses me operaron y he tenido tiempo para dedicarme he visto los vídeos de Marta y siento que hay algo que me llama para mí y para dar a los demás quizás es ilusorio pero me gustaría saber por dónde empezar pido donde ir y que hacer quiero cambiar el rumbo de mi vida
no lo he dicho antes gracias